Se trata de la única prueba que actualmente permite detectar lesiones en la mama de mínima dimensión hasta dos años antes de que sean palpables, lo que hace posible adelantarse a la progresión del tumor y aplicar tratamientos menos agresivos.
Los Rx permiten visualizar la estructura de la mama de forma global y observar de forma diferenciada áreas de diferente densidad (tejido adiposo, fibroglandular, depósitos de calcio…). En segundo lugar, permite detectar la posible formación de microcalcificaciones que podrían ser un signo indicativo de lesión tumoral.
Las más frecuentes son anomalías benignas que no tienen importancia, como quistes de grasa o de líquido (que con el tiempo se reabsorben o se pueden eliminar con una simple punción), fibroadenomas (formados por tejido glandular y tejido fibroso), calcificaciones dispersas (son procesos fisiológicos que se pueden dar tanto en el interior de la mama como en cualquier otra parte del cuerpo) y lesiones cutáneas, como quistes sebáceos o cicatrices.
La recomendación es que las mujeres se hagan una mamografÍa una vez al año a partir de los 40 años de edad y hasta los 75, momento en que se pueden espaciar la frecuencia a controles bianuales. En cualquier caso, lo que todos los médicos indican es que es fundamental llevar a cabo revisiones de control periódicas.
Si tienes antecedentes de cáncer en la familia: Es recomendable que empieces a hacerte las mamografías anuales a una edad más temprana (35 años)
En el caso de que te hayan intervenido: Es necesario realizar revisiones anuales de control, excepto si te han practicado una mastectomía.
Si llevas prótesis: Es efectivo realizar mamografías, ya que en algunos implantes se puede aplicar la técnica Eklund, que permite desplazar la prótesis hacia la parte posterior del cuerpo, sin dañar el implante, y visualizar la glándula mamaria al completo.